Rafael Nadal, desde el momento en que se realizó el sorteo del cuadro de Roland Garros, tiene una fecha marcada. Son los octavos del torneo con Jannik Sinner. El italiano, el rival que le dio más problemas en la pasada edición y con el que compartió burbuja en Adelaida, también le tuvo contra las cuerdas en la segunda ronda del Masters 1.000 de Roma.

Desplazado a la Suzanne Lenglen donde nunca perdió, en un día frío y gris en París de los que no le gustan al manacorí, Nadal encontró este sábado la manera de superar a Cameron Norrie por la vía rápida 6-3, 6-3 y 6-3. Para encontrar la última vez que cedió una manga en el torneo hay que remontarse a la final de 2019 con Dominic Thiem. Ya yan son 31 las victorias seguidas en su tierra favorita.

Hace tiempo que le tiene tomada la medida a los zurdos como él. De hecho, ha decantado a su favor los últimos 20 duelos con este tipo de jugadores. Rafa sabe que para la segunda semana de competición, cuando se decide todo, necesita de su servicio. De momento, ha presentado falta de contundencia en la presente gira de polvo de ladrillo.

Norrie, que exprime al máximo su tenis, es un extraño caso en su país porque le encanta jugar en arcilla. Es por eso que viene de jugar la final de Lyon con Stefanos Tsitsipas. Lo que pasa es que Nadal es mucho Nadal en París con independencia de que le desplacen de la central Philippe Chatrier, su hábitat natural. El campeón de 20 grandes, 13 de ellos en su guarida del Bois de Boulogne, rompió el partido de tercera ronda en el sexto juego. Fue entonces cuando logró el primer 'break'.